En la cumbre del sabor del Valle Calchaquí

En la cumbre del sabor del Valle Calchaquí

Por Dolores Lavaque Velasco

La combinación perfecta entre trabajo y placer me llevó a disfrutar de casi una semana inolvidable en Cafayate, seguida de un fin de semana en Molinos, Colomé. Junto con mi compañero de ruta decidimos explorar las novedades de la zona y revisitar algunos de nuestros lugares favoritos.

Nos alojamos en el Hotel Patios de Cafayate, sin duda mi elegido en la región. Este auténtico hotel salteño, ubicado en el casco de una finca vitivinícola fundada en 1892, es el complemento perfecto para Bodega El Esteco. Juntos, ofrecen una experiencia completa que combina vinos de altura, gastronomía de primer nivel, naturaleza, relax, historia y confort.

La primera noche decidimos comer en el restaurante del hotel, donde la chef cafayateña Virginia Marín y su equipo nos sorprendieron con aromas y texturas, reflejo de cocina regional actual salteña en mis pastas y un bife para Nacho.  Todo esto fue acompañado por un El Esteco Old Vines 1947 Cabernet Sauvignon 2022. Esta variedad, una de mis favoritas del NOA, destaca por sus aromas especiados y su estructura firme.

No quería dejar pasar el viaje sin visitar Viñas en Flor, un proyecto que he seguido desde sus inicios. Recorrimos las instalaciones y degustamos algunos de sus vinos, cada uno con un carácter único que refleja la singularidad del lugar. Su cava, simplemente espectacular, merece un capítulo aparte.

El almuerzo en su restaurante fue un placer. Cada plato sigue el ritmo de la naturaleza, destacando productos estacionales de su huerta y de productores locales, maridados a la perfección con los vinos de la bodega. Viñas en Flor es una invitación a vivir la pasión y dedicación que se encuentra en cada botella.

La primera novedad que visitamos fue el Amalaya Wine Bar. Disfrutamos mucho más que vino: el atardecer, la música y el ambiente se combinaron para crear una tarde perfecta. Yo elegí el Amalaya Single Vineyard Petit Verdot, una de mis selecciones previas, mientras Nacho optó por el Riesling Single Vineyard.

Con un ambiente relajado, Amalaya es el lugar ideal para desconectar. Compartimos una tabla de fiambres y quesos con nuestras copas de vino mientras admirábamos el atardecer. Es un lugar al que sin duda vamos a volver, ya sea para una salida tranquila o como previa a la comida.

El enfoque relajado y entretenido de Amalaya Wine Bar lo diferencia de otras bodegas de Cafayate. Su modelo flexible permite a los visitantes disfrutar del espacio sin necesidad de una visita guiada, atrayendo tanto a conocedores del vino como a quienes se inician en el enoturismo.

No podía faltar una parada en el Restaurante Pacha, un homenaje a la Pachamama tanto en su decoración como en cada plato. El chef y dueño, Tomás Casado, forma parte de una nueva generación de cocineros que reinterpreta platos ancestrales con productos locales, ofreciendo un menú por pasos en constante evolución. Nosotros fuimos a la carta ya que ofrece ambas opciones.  Probé un riquísimo Tataki con salsa de ostras y puré fermentado de calabaza y zanahorias, mientras que Nacho optó por los cappelletti de carne curada con salsa de tomate, todo acompañado por un Familia Isasmendi Malbec Single Vineyard 2019. El volcán de dulce de leche, fue el cierre perfecto para una experiencia culinaria inolvidable, como siempre. 

Antes de partir hacia Colomé, almorzamos en PAUSA, Cocina de Finca. Fue un momento para reconectar con nosotros mismos y con el entorno. Este rincón del Valle Calchaquí es un refugio de tranquilidad, donde la comida se convierte en la excusa perfecta para compartir momentos y crear recuerdos en un ambiente cálido y acogedor.

La carta de PAUSA destaca por su autenticidad y simplicidad, con sabores que salen de los hornos de barro y la magia del fuego, transformando cada plato en una experiencia única. Acá las mujeres del valle son las responsables de crear momentos que no solo alimentan el cuerpo, sino que también nutren el espíritu y el bienestar.

Comenzamos con tradicionales empanadas salteñas de carne acompañadas, como a mí me gusta, de una yasgua (salsa de tomate picante), junto con empanadas de queso que trajeron a nuestra mesa el sabor típico del valle. Luego disfrutamos de un manti de cordero y unos sorrentinos de calabaza, todo acompañado por una botella de Pequeñas Fermentaciones Marsanne-Roussanne de El Porvenir de Cafayate. Este vino, con notas florales y de frutas blancas, y una acidez vibrante, fue el complemento ideal para resaltar cada plato sin opacar su riqueza de sabores.

El camino hacia Colomé es impresionante, no solo por las alturas de los Valles Calchaquíes, sino por lo que te espera al final: el Museo James Turrell. Tras un viaje de tres horas, llegamos al atardecer, justo para disfrutar de una experiencia única. Colomé tiene el único museo en el mundo dedicado a las obras de este famoso artista. Aquí, la luz natural del paisaje toma protagonismo, permitiendo que los visitantes experimenten cómo interactúan la luz, el tiempo y el entorno a 2300 metros de altura.

La visión de Donald Hess para este museo se hizo realidad después de años coleccionando las obras de Turrell. Este espacio, diseñado por el propio artista, nos invita a vivir una experiencia sensorial única. Comenzamos la visita con la luz del día y terminamos observando el atardecer y un cielo lleno de estrellas. El cambio de luz fue increíble y la experiencia, inolvidable.

Estancia Colomé, escondida en los Valles Calchaquíes, es un lugar donde historia y naturaleza se unen. Durante mi estadía, pude recorrer la bodega en funcionamiento más antigua de Argentina y sentir cómo la historia sigue presente. Colomé te ofrece una experiencia que combina vinos únicos y un entorno tranquilo que te lleva a un estado de paz. Las caminatas, la relajación en la galería, y las noches bajo las estrellas crean una conexión especial con la tierra y el tiempo.

La gastronomía en Colomé es otro viaje en sí mismo. Bajo la dirección de Patricia Courtois, el restaurante ofrece un menú de temporada que destaca los ingredientes locales y la idea de «kilómetro 0». La cocina, con productos frescos de su huerta y granja, resalta los sabores de la región. Todas las noches cenamos bajo las estrellas y la luz de las velas, con un ambiente íntimo.

Cada plato refleja la tierra y las estaciones, con ingredientes frescos y un especial cuidado en cada detalle. Probamos toda la línea de vinos de Colomé, los vinos de Thibaut y un vino blanco único, reservado exclusivamente para la Estancia. Este vino proviene del viñedo Santa Jacoba, plantado hace más de 170 años, con vides anteriores a la filoxera. Lo fascinante es que como las cepas no están clasificadas, como era costumbre antiguamente, hasta el día de hoy no se sabe con certeza qué variedades lo componen, aunque se sabe que es una mezcla de varias cepas.

Este viaje por Cafayate y Molinos fue una verdadera reconexión con la tierra y sus historias. Al llegar a la cumbre del sabor del Valle Calchaquí, sentimos la altura no solo en el paisaje, sino en cada experiencia gastronómica y enológica que superó nuestras expectativas. Colomé y todos los lugares que visitamos ofrecieron momentos inolvidables que invitan a volver y seguir descubriendo su magia.